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Kiko Argüello - La Transmisión De La Fe En La Familia

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SOBRE LA TRANSMISIÓN DE LA FE A LOS HIJOS (KIKO ARGÜELLO) MANILA, 23 ENERO 2003 Si la Iglesia no es capaz de transmitir la fe a la próxima generación, morirá… Pero a la Iglesia le queda algo que es una fórmula vencedora: LA FAMILIA La comunidad ayuda a la familia y la familia salva a la Iglesia Nuestra sociedad está destruyendo la familia y, en particular, Europa está caminando hacia la apostasía y está haciendo que la familia se separe. Me han invitado a hablar brevemente sobre como las familias en el Camino Neocatecumenal transmiten la fe a los hijos. Miles de familias hoy se encuentran frente al problema de sus hijos que en la escuela y en la universidad están abandonando la Iglesia. ¿Cómo pueden las familias cristinas responder a esta situación de secularización, a este cambio de época, a la globalización, a un ambiente contrario a los valores cristianos? Dios se ha manifestado a su pueblo sobre el Monte Sinaí. Dios ha querido elegir a un pueblo para revelarse, a través de su actuación, a la humanidad entera. Ha elegido un pueblo de esclavos en Egipto y ha comenzado a actuar con ellos. Dios se ha revelado a través de la actuación en su historia. Después de haber hecho milagros, abriendo el mar y guiando a su pueblo a través del desierto, Dios ha hecho una alianza con ellos. Se ha aparecido sobre el monte Sinaí, allí donde el pueblo vio temblar la montaña y oyó un ruido terrible, la humanidad ha sentido por primera vez la voz de Dios.  Y Dios habló así: "iShemá Israel, Adonai Eloénu, Adonai Ehad! iEscucha Israel!. iYo soy el único! iY tú amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas y amarás a tu prójimo como a ti mismo!". Pero enseguida añade: "¡Esto lo repetirás a tus hijos cuando estés en casa, cuando estés por la calle, cuando te acuestes y cuando te levantes!".  Y cuando llegue el momento en que tu hijo te pregunte: "¿Cuál es el significado de, estas leyes, de estas tradiciones y estos mandamientos?". Tú le dirás: "Éramos esclavos del Faraón en tierras de Egipto y el Señor nos ha sacado con mano potente. Delante de nuestros ojos el Señor ha obrado signos y prodigios contra el Faraón y contra su casa. Nos ha sacado para guiarnos hacia una tierra que había jurado a nuestros padres". Esto está escrito en Deuteronomio 6. Esta palabra "Shemá" es hoy el Credo fundamental de Israel. Los hebreos ortodoxos la proclaman tres veces al día. Este texto tan importante para el pueblo hebreo a lo largo de los siglos y que ha mantenido unida a la familia hebrea, nos ayuda a entender la importancia de que los padres transmitan la fe a sus hijos y nos muestra también que este mandamiento divino se ha dado a los padres y no se puede delegar a otra persona. Son ellos los que tienen que contar a sus hijos las obras que Dios ha hecho en su favor.  Yo he estado en contacto con muchas familias católicas, familias pertenecientes a la acción católica que estaban también en otros movimientos eclesiales que han delegado a la parroquia la transmisión de la fe a los hijos.  Y después cuando los hijos han ido a la Universidad han descubierto que los hijos habían perdido la fe. No han obedecido al mandamiento según el cual ellos son los primeros que principalmente deben transmitir la fe a sus hijos, según el mandamiento divino. Para los primeros cristianos la transmisión de la fe a los hijos, a través de la Sagradas Escrituras cumplidas en Jesucristo, era una misión fundamental. Conocemos el testimonio en la segunda carta de San Pablo a Timoteo: "Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús" (2 Tim 3,14-15). Esta tradición se ha mantenido de distintas formas en las familias cristianas a lo largo de los siglos. Y es todavía más evidente en el testimonio de numerosos niños y jóvenes que fueron martirizados. El Camino Neocatecumenal, como iniciación cristiana en las diócesis y en las parroquias, enseña hoy a los matrimonios también a transmitir la fe a sus hijos, en particular a través de una celebración, en una liturgia doméstica. Nosotros les enseñamos que la familia cristiana tiene tres altares: El primero es la mesa de la Santa Eucaristía, donde Jesús ofrece el sacrificio de su vida para nuestra salvación. El segundo altar es el tálamo nupcial, donde se cumple el sacramento del matrimonio y se da la vida a nuevos hijos de Dios. Les enseñamos cómo se debe cumplir el acto conyugal, que antes necesitan rezar, y se enseña a los niños que el dormitorio de los padres es un lugar santo. A los cristianos hay que enseñarles que el tálamo nupcial se debe tener en gran honor y gloria. El tercer altar es la mesa donde la familia se reúne para comer, bendiciendo al Señor por sus dones. La celebración doméstica, en la cual se transmite la fe a los hijos, se hace alrededor de esta misma mesa, donde los padres pueden pasar la fe a los hijos. Después de más de treinta años del inicio del Camino Neocatecumenal, uno de los frutos que más nos consuela es ver la familia reconstruida.  Y la familia se convierte en un verdadero "santuario doméstico de la Iglesia". Estas familias que están en el Camino están todas abiertas a la vida. El Camino Neocatecumenal tiene una de las tasas más altas de natalidad del mundo -cinco hijos por familia- incluso más que los musulmanes. Les enseñamos qué significa dar un hijo a Dios. Estas familias que son numerosas, cumplen el deber fundamental de las familias cristinas, que es el transmitir la fe a sus propios hijos. Además de las oraciones de la mañana y de la tarde, dan gracias a Dios antes de las comidas y participan en la Eucaristía con sus padres en la comunidad de ellos. La transmisión de la fe a los hijos se hace principalmente, como hemos dicho, en una liturgia doméstica, celebrada regularmente en el Día del Señor. En esta celebración, como la familia es grande, se prepara la mesa con un mantel blanco, una vela, flores y la Biblia. Uno de los hijos toca la guitarra, otro la flauta y rezan juntos con sus padres y abuelos. En esta celebración los padres rezan los salmos de laúdes con sus hijos. Los padres preparan una lectura, que puede ser también el evangelio de la misa de ese domingo. Entonces el padre pregunta a cada hijo: ¿"Que te dice Dios a través de esta lectura para tu vida?". Impresiona mucho ver como los niños son capaces de aplicar la palabra de Dios a su experiencia de vida. Al final, después de que todos los niños han hablado, los padres dan una catequesis basada sobre su experiencia. Dicen lo que la Palabra significa para ellos. Al final invitan a los niños a que recen por le Papa, la Iglesia, por los que sufren, etc. Después rezan el Padrenuestro todos juntos y se dan el signos de la Paz. Y así cada domingo en cada familia cristiana. . . El resultado de esta preciosa atención de los padres hacia sus hijos es que casi el 100% de los hijos del Camino Neocatecumenal permanece en la Iglesia. Esta es la razón por la que hemos llevado 50.000 jóvenes a Toronto y 75.000 a Paris. Es maravilloso ver como las comunidades neocatecumenales en las parroquias están llenas de jóvenes ¡llenas de jóvenes! Al encuentro con el Papa en Roma, en Tor Vergara, hemos llevado 100.000  jóvenes, todos pertenecientes al Camino Neocatecumenal Y de estas familias numerosas, de este tipo de educación de los hijos, de estas celebraciones domesticas, están surgiendo miles de vocaciones, miles. . . Hemos abierto ya 50 seminarios diocesanos Redemptoris Mater (aplausos); de estas comunidades han entrado en los conventos de clausura 4.000 hermanas; todos los conventos en Italia, benedictinas, clarisas. . . están llenos de hermanas que vienen del Camino Neocatecumenal  Y esto no es un movimiento. Estas comunidades son en las parroquias como una iniciación cristiana que pertenece a la Iglesia. La Iglesia ha reconocido que no somos una asociación ni una congregación ni un movimiento. Nuestra misión es la de ayudar a las parroquias y a los obispos a tener un itinerario de iniciación cristiana que ayuda a madurar la fe - como la sagrada Familia de Nazaret - . Porque Nuestro Señor, la Palabra del Padre, que tomó carne de la Virgen María, nació como un niño que tenia necesidad de crecer para convertirse en hombre, para ser adulto. Solamente de adulto podía cumplir su misión de salvar al mundo cuando llegase a los 30 años. ¿Cómo se hizo adulto? Obedeciendo a María y a José. De la misma forma hoy mucha gente que ha recibido el bautismo tiene una fe pequeña, una fe infantil. Esta fe tiene que crecer en un ambiente cómo la Familia de Nazaret, haciéndose adulta obedeciendo al párroco y a los catequistas, en obediencia al párroco y a los catequistas. Estamos agradecidos al Pontificio Consejo para la Familia que ha comenzado a interesarse por este fenómeno. Se han quedado sorprendidos de todos estos jóvenes y de lo que estamos haciendo y nos han invitado a proponer a toda la Iglesia el mismo tipo de celebración (doméstica) que nosotros hacemos. Cuando tuvimos un encuentro con Mons. Bugnini, que era un estrecho colaborador del Papa Pablo VI y era el encargado de toda la renovación litúrgica, el RICA, etc., nos dijo que en la Iglesia faltaba una liturgia domestica; y cuando supo lo que estábamos haciendo, quedó muy impresionado. Así que estamos muy contentos de colaborar con el Pontificio Consejo para la Familia y de dar nuestra pequeña contribución a través de lo que Dios está haciendo con nosotros. Me gustaría proponer todo esto a todos los demás, para ayudar a otra gente, a otras optimas familias de todas las otras realidades cristianas que tienen dificultad con sus hijos durante su crecimiento, en la escuela. En toda Europa hay un ambiente de izquierdas con una terrible educación sexual que esta contra la enseñanza cristina. Los padres sufren mucho viendo a sus hijos contaminados por esta cultura. Esta es la verdad.  Y me gustaría hacer entender a toda la Iglesia que lo que estoy diciendo no es un problema secundario, una devoción; es una cuestión de vida o muerte para la Iglesia. ¡Una cuestión de vida o muerte! Si la Iglesia no es capaz de transmitir la fe a la próxima generación, morirá (aplausos). Esto es tan importante que el santo Padre y el Pontificio Consejo para la Familia han entendido que estamos perdiendo. . . hay parroquias que en las cuales ya no hay jóvenes. ¿Dónde están? No es cuestión de hacer teatro u otras estupideces con los niños, sino de darles un contenido verdadero y serio. Porque ellos tienen que hacer frente a un ambiente que está completamente en las antípodas de la realidad del Evangelio. A través de la globalización del mundo entero, la secularización está llegando con mucha rapidez, poniendo en crisis a todas las religiones. En Europa estamos perdiendo las escuelas cristianas, no hay más escuelas en las que se enseñe la religión. Las órdenes religiosas no tienen más vocaciones y están abandonando las escuelas y las universidades. Hemos perdido las universidades, y a nuestros hijos se les enseña Hegel, Marx... todo lo contrario, el nihilismo. Estas cosas nos las dicen nuestros  jóvenes. Pero a la Iglesia le queda algo que es una fórmula vencedora: la familia (aplausos). Nosotros hemos visto que nuestros hijos, educados en una familia estable, no vacilan en la escuela. Se hacen objetores. Cuando en las clases de educación sexual se les enseña a masturbarse y otras cosas contrarias al Evangelio, se ponen de pie y hacen objeción de conciencia. Los padres van a hablar con el director. No sucumben a todo esto. En la universidad, donde todo es contrario a los valores cristianos, no sucumben, no pueden convencerles. Detrás de ellos están su familia y su comunidad cristiana, una comunidad neocatecumenal de 40 o 50 hermanos que están todos unidos, dónde aparece Dios, donde ya no hay clases sociales. Todos son hermanos: ingenieros, señoras de la limpieza, vagabundos, ¡todos hermanos! No hay diferencia de lengua o cultura, entre blancos y negros, entre gente culta e ignorante. No hay pobres ni ricos, son todos hermanos que se ayudan el uno al otro. Si hay una familia con muchos hijos que no puede llegar a final de mes, la comunidad hace una colecta para ayudarles. La comunidad ayuda a la familia y la familia salva a la Iglesia (aplausos). Nuestra sociedad está destruyendo la familia y, en particular, Europa está caminando hacia la apostasía y está haciendo que la familia se separe. A causa del trabajó no tenemos tiempo para volver a casa y comer juntos. Las nuevas generaciones ya no comen juntos. En Europa no hay lugares de encuentro, no hay tiempo. Pon la mañana un chico sale a jugar al baloncesto y una chica va a bailar. Están siempre fuera, no se reúnen nunca, no se sientan a hablar. La mujer trabaja, el hombre trabaja, cuando vuelven a casa los hijos ya duermen. Y la familia se está destruyendo en cuanto al tiempo (el ritmo del trabajo y los horarios escolares), en cuanto a su composición (parejas homosexuales, parejas de hecho, divorcio), en cuanto a su estilo de vida (la gente vive de un modo que está en contra de la familia) y sobre todo a través de una cultura que nos rodea y que es contraria al Evangelio. Estamos convencidos de que la batalla real que la Iglesia tiene que afrontar en el tercer milenio, el desafío que tenernos que afrontar y en el que se  juega nuestro futuro, es el de la familia. Por esto he dicho que estamos contentos de colaborar con el Pontificio Consejo para la Familia, llevando la experiencia de tantas familias, después de tantos años en los cuales hemos visto que esta FAMILIA y COMUNIDAD CRISTIANA, es una fórmula vencedora. Con ellos estamos buscando hacer una guía. Sobre la base de una experiencia de más de treinta años, con familias de diferentes culturas y clases sociales, podemos hacer algo válido, no sólo un esquema diseñado en la mesa de un' bar, sino algo serio, una guía para la familia, una experiencia del camino neocatecumenal a través de la cual la Iglesia puede ayudar a la familia a transmitir la fe a los hijos. Pienso que todo esto es una gran contribución para la familia. Espero que esta pequeña semilla que ahora sembramos pueda un día convertirse en un árbol lleno de frutos, porque si un niño de cuatro años ha visto a su padre rezar en la asamblea con sinceridad, no lo olvidará jamás,  jamás (aplausos). Muchos adultos no olvidarán jamás el modo en el que han celebrado en sus propias familias, donde han visto el amor de sus padres por Dios y cómo rezaban con verdadero convencimiento. Rezad por mí. Gracias.